El maestro que nos abrió la puerta.

23.12.2022

En toda trayectoria profesional hay siempre alguien que aparece, abre la puerta y nos permite iniciar un camino de aprendizaje. Alguien que nos regala la primera oportunidad, que cree en nosotros, visualiza nuestras posibilidades y apuesta por nuestro futuro. Para nosotras, ese alguien lleva el nombre de Canal.


A finales del año 93 teníamos colgado de la pared de nuestro primer despacho un título de licenciadas en derecho recién obtenido y un armario con muy pocos expedientes pero lleno hasta el infinito de ganas, ilusión y proyectos. Éramos jóvenes, atrevidas y valientes y podemos asegurar, sin ningún género de duda, que lo seguimos siendo aunque con más años y experiencia.

A ambas, por distintas razones, nos apasionaba escribir y hemos de decir, ya a estas alturas y sin riesgo a equivocarnos, que no lo hacíamos del todo mal. Así que un buen día, de aquellos en los que nos gustaba hacer tormenta de ideas (que conste que lo seguimos haciendo y sigue funcionando) se nos ocurrió juntar pasión y conocimiento o, dicho de otro modo, decidimos que podría ser interesante, atractivo y, por qué no, hasta divertido, escribir sobre aquello que mejor conocíamos, el derecho. Trabajamos con esta semilla hasta que tuvimos un boceto claro de lo que podíamos ofrecer siempre con la orientación básica de que lo fundamental era alejarnos de los estereotipos y la esencia debía ser la sencillez y la cercanía de tal forma que cualquier lector pudiera comprender los conceptos y soluciones jurídicas que explicáramos en cada texto.

Diseñado nuestro Consultorio Jurídico, la siguiente cuestión era decidir dónde queríamos que se publicase. Sobre este extremo, no hubo vacilación ni discusión alguna. Crecimos con el diario El Comercio sobre la mesa de nuestro salón o nuestra cocina. Éramos muy conscientes de que apuntábamos muy alto pero teníamos veintitrés años y un hambre gigante de comernos el mundo así que introdujimos nuestro proyecto en un sobre, le pusimos un sello y enviamos a volar nuestro sueño a través de Correos a la redacción del diario una tarde cualquiera de primavera.

Lo más probable es que hubiera caído en saco roto, es decir, en cualquiera de las papeleras del periódico, pero tuvimos la fortuna inmensa de que nuestra idea aterrizara finalmente en las manos de Canal. Y, al cabo de unos días, sonó el teléfono del despacho, el fijo porque entonces aún nadie tenía móviles. De forma adusta, así como era él en tantas ocasiones, nos citó un día y una hora en la redacción con el encargo de que le lleváramos materializada en un texto nuestra idea para poder revisarla sobre algo ciertamente palpable.

Redactamos aquel texto con todo el conocimiento y la emoción de que fuimos capaces, lo imprimimos, nos arreglamos todo lo que pudimos para aparentar qué teníamos la experiencia que los pocos años parecían restarnos y con un cúmulo de energía positiva acudimos a la cita.

Ahora con el paso del tiempo nos hemos dado cuenta que fue completamente normal que la persona de recepción nos preguntara si estábamos seguras de que teníamos una reunión con Canal. Debíamos parecer, éramos, dos niñas recién salidas de la facultad y estábamos solicitando «molestar» a uno de los motores principales del periódico.

Recordamos estar esperando en una sala sentadas en unos sofás muy, muy bajitos cuando él entró. Llenó toda la sala con su enorme personalidad y su voz potente, leyó nuestro texto y preguntó (todo su tono era una gran interrogación) si aquello lo habíamos escrito nosotras. En ese punto se nos vino el mundo al suelo por unos segundos. Lo primero que pensamos que no estábamos a la altura, que no iba a ser tan fácil que uno de nuestros textos saliera en el diario, que nos quedaba mucho por aprender, que, en definitiva, nos habíamos hecho ilusiones demasiado rápido y el camino prometía ser mucho más largo. Pero dijimos que sí, para bien o para mal, con una rotundidad tan palpable como si nos fuera la vida en ello.

«Entonces para la próxima semana quiero un texto para publicar a página entera y saldrá todos los lunes». ¿Entonces es que está bien? Obvio, y ahí se cerró la conversación, porque no había espacio para discutir obviedades con Canal.

Nuestro primer consultorio se gestó la noche de San Juan y se publicó en el diario del 24 de junio de 1994. Una fecha con sentido y significado que abría una extensa trayectoria. Más de veintiocho años después sigue viva la sección.

A lo largo de todo este tiempo las cosas han cambiado mucho pero, si echamos la vista atrás, aquellos primeros años fueron realmente mágicos. Hasta que comenzó a usarse el correo electrónico, durante muchos años, los viernes nos dábamos un paseo hasta la redacción para llevar en papel el texto. Siempre que podíamos íbamos las dos porque no era para nada una pérdida de tiempo, al contrario, ese ratito con Canal, que siempre nos recibió personalmente, era genial. Nos daba ideas, corregía algún error, nos enseñaba y nos cuidaba. Así como era él: grande, con vozarrón, pero con una dulzura innata para quien se atreviera a mirarle directamente a los ojos, aunque a veces atreverse no fuera fácil. Como decía Marcelino Gutiérrez, director del El Comercio, en su artículo sobre Canal «siempre le gustó ejercer la bondad en silencio». Y esa fue la impresión que nos dejaba cada viernes que acudíamos al diario.

En esos doce años nuestra sección tuvo altibajos pero se consolidó, se pulió con sus consejos y nosotras mejoramos nuestra forma de escribir aunque solo fuera porque no tuviera ni una coma que añadir o una frase que corregir. Nos encantaba ver aquella mirada de satisfacción cuando el texto no exigía ninguna revisión.

Lo que nació como Consultorio Jurídico y ahora es la sección Tus Derechos es muy especial para nosotras. Al margen de lo que significa jurídica o profesionalmente, desde un punto de vista personal, es nuestra colaboración más querida, la primera, la que mimamos siempre porque nos sentimos tremendamente orgullosas de continuar en el diario tantos años después, que nos traten y nos cuiden como si fuéramos de casa y que tengamos el seguimiento fiel de tantos lectores. Sois muchos los que nos indicáis que guardáis los textos, los consultáis o los utilizáis como una primera orientación en la solución de algún problema legal.

Hemos intentado que cada texto sea de fácil lectura y comprensión y que pueda ser entendido por cualquiera que no tenga conocimientos de derecho.

Evidentemente la base, las ideas y la redacción la ponemos nosotras pero, detrás de ello, está el apoyo y el aprendizaje de todas esas personas que forman la redacción y que nos ayudan a que esto salga cada día adelante.

Gracias siempre Canal por ser nuestro maestro y por apostar por unas niñas con unos sueños muy grandes y arriesgarte a confiar en nosotras. Te recodaremos cada vez que uno de nuestros textos vuele de nuevo hacia el periódico, ahora sí a través del correo electrónico, pero sin perder nunca el encanto del contacto personal.

Elena Cuervo y Susana Alfageme.